miércoles, 8 de agosto de 2007

30. ACLARAR LAS EXPECTATIVAS. RESPETAR A LOS DEMÁS. CONSIDERACION. CONFIAR EN EL OTRO. RECONOCER LAS VIRTUDES Y EXITOS DE LOS DEMAS.

ACLARAR LAS EXPECTATIVAS. RESPETAR A LOS DEMÁS. CONSIDERACION. CONFIAR EN EL OTRO. RECONOCER LAS VIRTUDES Y EXITOS DE LOS DEMAS. NO ETIQUETAR NI ESTIGMATIZAR. NO COMPARES A LOS DEMÁS. EVITAR MALENTENDIDOS Y SUPOSICIONES.

ACLARAR LAS EXPECTATIVAS.

La causa de muchas dificultades que aparecen en las relaciones radica en expectativas ambiguas o conflictivas sobre el rol y el papel que cada uno espera del otro. Las expectativas poco claras provocarán incomprensiones, decepciones, y debilitamiento de la relación.

Creamos muchas situaciones negativas al dar por sentado que nuestras expectativas son evidentes por sí mismas, y que los otros las comprenden y comparten claramente. El avance consiste en comenzar con expectativas claras y explícitas, para evitar incomprensiones que originan colisiones y fracturas de la comunicación.

La clarificación de las expectativas requiere a veces mucho coraje. Actuar como si no existieran diferencias y confiar en que las cosas marcharán parece más fácil que afrontar esas diferencias y trabajar juntos para llegar a un conjunto de expectativas mutuamente acordadas.

RESPETAR A LOS DEMAS.

Nunca hagas burla de los demás. No menosprecies ni abochornes a nadie. No acudas al cinismo ni al sarcasmo ni al humor incisivo.

No haga ni diga nada que degrade o deshonre a otro ser humano. Solo mediante acciones diarias de coraje moral es posible contrarrestar esa clase de inquietudes y conductas.

Sé auténticamente respetuoso con los sentimientos y convicciones ajenos. Abstente de clasificar las metas e intereses de los demás como ridículos, poco interesantes o falsos. Respeta y valora las metas e intereses de las otras personas.

Evita las pequeñas asperezas, las pequeñas faltas de respeto, que debilitan enormemente las relaciones.

Escucha a los demás con respeto.

Respeta los derechos de las otras personas.

No intentes obligar a los demás a creer y vivir como tú. Nadie desea que le digan cómo ha de vivir o lo que ha de hacer. Una de las principales características de las personas plenamente realizadas es que no desean controlar a los demás. Trata de estar atento a cuando caes en la costumbre de criticar a los demás y detente de inmediato. Cuanto más consciente seas de que estás derribando los edificios de los demás, antes empezarás a construir el tuyo propio.

CONSIDERACION.

Abstente de la displicencia o de decir cosas negativas a los demás, especialmente cuando estás siendo provocado o te sientes fatigado. En estas circunstancias, el no decir lo negativo o no ser displicente con los demás es una forma superior de autodominio. Necesitamos encontrar nuevos modelos, nuevos ejemplos a seguir, y aprender a ganar nuestras batallas de forma privada, y rectificar nuestras motivaciones, a buscar una perspectiva y un control, y a abandonar la tendencia a hablar y a enfrentarnos de forma impulsiva.

Aparta de tu mente los pensamientos de crítica, venganza, ira y odio.

Guarda silencio, cuando tus palabras puedan hacer daño.

No puedes exigir a nadie la perfección puesto que tú no eres perfecto. Mira las debilidades de los otros como oportunidades de brindar ayuda.

Escucha a tu corazón antes de reaccionar. Domina tu ego. Antes de hablar, pregúntate: "¿Lo que voy a decir es para contradecir a alguien y probar que yo soy especial? ". Luego toma la resolución de ser amable con los demás.

CONFIAR EN EL OTRO.

§ “Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”. Goethe.

Cree en el potencial de todos los demás, reconoce sus puntos fuertes y sus capacidades.

No permitas que te domine la desconfianza, la agresividad, la defensividad, la apatía, y las actitudes que imposibiliten la comunicación. Asume lo mejor de los otros. Parte de creer en las buenas intenciones de los demás, de creer que las personas no tienen la intención de ser ruines, tramposas o manipuladoras.

La gente confía instintivamente en los individuos cuya personalidad se fundamente en principios correctos. Cuando la confianza es elevada, nos comunicamos fácilmente, con poco esfuerzo y en el acto. Aunque cometamos errores, los demás seguirán captando nuestro mensaje. Pero cuando la confianza es escasa, la comunicación requiere mucho tiempo y se hace fatigosa, ineficaz y extremadamente difícil.

Las personas basadas en principios no sobre reaccionan ante las conductas negativas, las críticas o las debilidades de los demás. No creen haber progresado cuando descubren las debilidades ajenas. No son ingenuas: son conscientes de que esa debilidad existe. Pero consideran que la conducta y la potencialidad son dos cosas distintas. Creen en la potencialidad invisible de todos los demás. Tienden, de forma natural a perdonar y olvidar compasivamente las ofensas que les infieren. No son envidiosas. Se niegan a etiquetar, estereotipar, clasificar y prejuzgar a los demás; por el contrario, detectan al roble joven entre los arbustos y lo ayudan a transformarse en un gran árbol.

Distingue entre la conducta de una persona y su potencialidad. Establece una distinción entre las personas y el problema, su comportamiento o su desempeño.

Goethe enseñó: “Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”. Por ello, ten presente esta verdad: "Como veas a los demás, así los tratas; como los trates, así te responden". Se convierte en un círculo vicioso del cual hay que escapar, revaluando la manera como vemos a los demás, cambiando la actitud con la que nos aproximamos a los otros: desconfianza, agresividad, defensividad, apatía, y muchas otras actitudes que imposibilitan la comunicación.

Cuanto más bendecimos a los demás, más bendiciones recibimos. Cuando afirmamos a las personas y mostramos una creencia profunda en su capacidad de evolución y de saber perfeccionarse, cuando las bendecimos incluso si nos están maldiciendo o juzgando, construimos la grandeza primaria dentro de nuestra personalidad y nuestro carácter.

RECONOCER LAS VIRTUDES Y EXITOS DE LOS DEMÁS

No dejes pasar un solo día sin reconocer y resaltar algo positivo en los que te rodean. Aquellos a quienes tendríamos que apoyar más por lo mucho que los amamos son con frecuencia los seres a quienes menos animamos. Es en tu hogar donde has de empezar a crear esa atmósfera de la propia estimación. Debes reconocer que aquellos a quienes tienes que apoyar más por lo mucho que los amas son con frecuencia los seres a quienes menos animas.

Debes estar atento a reconocer y exaltar los atributos y cualidades de los demás, las cosas positivas en los que te rodean. Cuando veamos algo bonito o amable de los demás, debemos decírselo. El antídoto para una imagen negativa que alguien tenga de sí mismo es la afirmación que hagamos del valor y el potencial que la otra persona tiene para nosotros. Para ello debemos mirarlo con los ojos de la fe y tratarlo acorde con su potencial, no con su comportamiento.

Apoya y anima a los demás en sus proyectos, sus realizaciones, sus logros, sus victorias.

Felicita a los demás cuando encuentran su propio camino, sin pretender que sigan el tuyo.

NO ETIQUETAR NI ESTIGMATIZAR.

§ "Una vez me hayas clasificado, me negarás". Soren Kierkegard, filósofo danés

§ “El individuo que ama se libera de las etiquetas. Se dirá a sí misma lo que una palabra significa tan sólo después de descubrir por su propia experiencia lo que quiere decir, no por creer lo que los demás le digan”. Leo Buscaglia.

Con frecuencia los juicios negativos que hacemos sobre las otras personas derivan de malentendidos, falta de información o ligereza. Revisa cuál es fundamento del concepto que te has formado de la persona a la cual hoy juzgas.

El proceso de clasificarnos a nosotros mismos y a los demás en pequeños compartimentos basándonos en clasificaciones y luego en opiniones fundadas sobre las mismas bases es la experiencia más anti espiritual e inhumana que se pueda imaginar. Sin embargo, lo hacemos continuamente. Tendemos a identificarnos con lo que ven nuestros ojos, en lugar de con lo que sienten nuestros corazones.

Haz todo lo que puedas por evitar encasillar a las personas. Niégate a etiquetar, estereotipar, clasificar y prejuzgar a los demás. Pasa por alto el color de la piel y la estructura ósea, sé conciente de cómo Dios se manifiesta a través de todas las personas y dirígete ellas desde ese espacio donde no hay distinciones.

No prejuzgues ni te valgas de estereotipos No rotules ni clasifiques a las demás personas. No las etiquetes por sus éxitos o sus fracasos del pasado.

NO COMPARES A LOS DEMÁS.

No compares a los demás contigo mismo ni con otras personas. Las comparaciones son peligrosas. Sólo traen inseguridades, pero a pesar de ello solemos hacerlas entre nuestros hijos, compañeros de trabajo y otros conocidos. Si nuestra sensación de valor y seguridad personales proviene de tales comparaciones, viviremos muy inseguros y angustiados, sintiéndonos superiores durante un minuto e inferiores al minuto siguiente. El comparar nos lleva a la complacencia y a la vanidad, por un lado, y al desánimo y al disgusto con uno mismo, por el otro. Alientan a la gente a buscar atajos, a ser dirigida por la opinión de los demás, a vivir de las apariencias. Es mucho mejor compararnos sólo con nosotros mismos. Sólo podemos basar nuestra felicidad en nosotros mismos, en nuestro propio progreso, y no en la falta de progreso o en el lento progreso de los otros. Debemos comparar a las personas únicamente con respecto a ellas mismas, con respecto a las potencialidades que cada una de ellas tiene, y luego afirmar constantemente esas potencialidades y los esfuerzos que ellas hacen para alcanzarlas. Debemos preguntarnos: “¿De qué modo ella está haciendo lo que le corresponde?”, en lugar de comparar a una persona “contra” otra y pagar con amor o castigo en función de esa comparación.

EVITAR MALENTENDIDOS Y SUPOSICIONES.

§ “Cuando esté aprendiendo sobre la vida y la gente, haga sólo las conjeturas que sean estrictamente necesarias. Pregunte y observe”. G de Occan. 1324

Por costumbre, en nuestras relaciones con los demás tendemos a categorizar, a saltar a conclusiones arbitrarias, a hacer conjeturas sobre los motivos e intenciones ajenos. Esas suposiciones crean infinidad de malentendidos que hacer perder tiempo y deterioran las relaciones interpersonales.

La verdad sobre la vida y los otros seres humanos casi nunca es lo que inicialmente suponemos. La intuición a veces nos es útil para entender porqué los demás hacen lo que hacen y sienten lo que sienten. Sin embargo, esta clase de intuición no siempre funciona; muchas veces el juicio emitido sobre la base de nuestra intuición resulta ser erróneo. Perciba, observe, no se deje llevar por la subjetividad. Cuando tratamos de adivinar las intenciones o motivaciones ajenas, casi siempre nos equivocamos. Para entender, primero que todo debemos escuchar, observar, preguntar.

Por eso, al tratar de comprender a alguna persona o situación, es fundamental empezar con la menor cantidad posible de suposiciones.

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