miércoles, 8 de agosto de 2007

32. OPINIONES Y JUICIOS DE LOS DEMAS. CRITICAS DE LOS DEMÁS. CONFRONTACIÓN. DESACUERDOS.

OPINIONES Y JUICIOS DE LOS DEMAS. CRITICAS DE LOS DEMÁS. CONFRONTACIÓN. DESACUERDOS.

OPINIONES Y JUICIOS DE LOS DEMÀS.

Un ejemplo de cosas que no dependen enteramente de uno mismo es la opinión que los demás tengan sobre nosotros. La gente creerá lo que le parezca bien, tanto si a usted le gusta como si no, y aunque se esmere en tratar a los demás como quisiera que le tratasen a usted o en razonar con ellos, no puede comprometerse en hacerles cambiar de idea. Si en última instancia, no depende enteramente de usted la forma como los demás le juzgan, entonces carece de sentido atormentarse por las opiniones de los demás, a menos que crea más en el punto de vista de esas personas que en su propia auto imagen.

En lugar de preguntarte cuál será la opinión de los demás y cómo será recibida tu acción, pregúntate: "¿Cómo deseo vivir mi vida?". Luego asume un pequeño riesgo encaminado a realizar esa nueva acción.

Hay formas en que se manifiesta nuestra dependencia de la opinión de los demás: Tener que anunciar sus proezas a los demás, o estar tratando de demostrar su valía, mediante actos y palabras a las otras personas. O explicar con pelos y señales sus triunfos a los demás para que tales triunfos le resulten a uno significativos, o si tiene que informar a los demás sobre sus propios sucesos, para poder sentirse satisfecho con el reconocimiento que ello le depare. Tenga presente que lo esencial reside en lo que experimenta acerca de sí mismo y de sus propias acciones, tener confianza en sus propias fuerzas, en la valoración que usted mismo hace de sus acciones. Pero si usted carece de autoestima, entonces buscará en otros comprobación de esa estima, buscará este fortalecimiento desde fuera.

CRÍTICAS DE LOS DEMÁS.

§ “Has aprendido lecciones solamente de quienes te elogian y apoyan?. Acaso no te han quedado grandes enseñanzas de quienes se han mostrado en desacuerdo contigo o te han criticado?”. Walt Whitman.

Susceptibilidad.

La susceptibilidad conduce a grandes problemas en la vida. Cuanto más delgada tenemos la dermis, menos capaces somos de hablar con franqueza y de manejar las críticas que recibimos de los demás. Es necesario tener la piel curtida para enfrentar la ironía y las pullas de la vida, como para tener el valor de decir lo que pensamos, aunque a los otros no les guste.

No tomar las cosas personalmente.

No tome las cosas personalmente; siempre habrá alguien que esté molesto con usted, y eso es normal. Lo que los demás transmiten casi nunca tiene que ver con usted sino consigo mismo. Quienes se toman todo personalmente están destinados a sufrir sin necesidad de manos de quienes sólo se sienten bien haciendo sentir mal a los otros. No tiene sentido supeditar nuestra autoestima a las rarezas de los demás. Haga caso omiso de las palabras de esas personas. Conozca su corazón y mantenga su palabra. No pierda tiempo tratando de complacer a los demás. Deje que su vida hable por sí mismo.

Críticas motivadas por la envidia o los celos

Si recibe una crítica motivada por la envidia o los celos del otro, hágale saber a la persona que ha escuchado la crítica, pero no la internalice. No tiene sentido que los demás lancen dardos injustificadamente contra la confianza en nosotros mismos.

CONFRONTACIÓN. DESACUERDOS

§ "El sabio no habla, los que tienen talento hablan y los estúpidos discuten". Antiguo proverbio chino:

Valora positivamente las actitudes o preguntas francas y honestas. Es muy frecuente que castiguemos las actitudes o preguntas honestas y francas. Censuramos, juzgamos, menospreciamos y abochornamos a los demás. Y ellos aprender a cubrirse, a protegerse, a no preguntar. Esa tendencia a criticar y a juzgar constituye el mayor obstáculo individual para una comunicación rica y honesta.

No te dejes arrastrar a un terreno peligroso y absurdo, si no quieres verte golpeado y afligido de la misma forma. Si lo haces, las debilidades del otro se convertirán en sus debilidades, y todo ello sembrará la simiente de futuros malentendidos, acusaciones y rencillas. El poder de no prestar oídos a las discusiones proviene de una paz interior que lo liberará de la necesidad compulsiva de responder y justificar. La fuente de esta paz está en vivir responsablemente, obedeciendo los mandatos de la conciencia.

Escucha con afecto lo que siente la otra persona, sin ponerte a la defensiva. Aplaca el enojo o la ira, armándote de valor para decir lo que sientes, sin insultar ni gritar. Conserva la calma, cuando tu prójimo se muestre áspero.

Abandona la tendencia a enfrentarte con los demás de forma impulsiva. No respondas a los argumentos contenciosos ni a las acusaciones irresponsables. Libérate de la necesidad de responder y justificar. Elude cualquier forma de interacción agresiva, como el tono intimidatorio, el cinismo, la violencia, las francas expresiones de furia y odio, el sarcasmo sutil, las respuestas incisivas, las réplicas ingeniosas, el humor despectivo, la crítica áspera, los juicios y las reacciones.

Eluda luchar agresivamente o huir: hable serenamente a pesar de las diferencias. Hay muchas personas que, cuando están en desacuerdo, o luchan o bien huyen.

No acudas tampoco a la huida. La huida asume formas diversas. Una de ellas consiste simplemente en la capitulación pasiva, el retirarse, sintiendo lástima por uno mismo. Esta solución fomenta a menudo el fuego de la revancha y del desquite futuro. También hay gente que huye haciéndose cada vez más fría e indiferente, eludiendo la participación y la responsabilidad.

Haz oídos sordos a las discusiones. Si tratas de responder o de discutir sólo conseguirás gratificar a tu antagonista y encender una hostilidad y una furia hasta entonces contenida. Si te dejas arrastrar al terreno peligroso y absurdo en el que se mueve tu antagonista, sus debilidades se convertirán en tus debilidades. Libérate de la necesidad de responder y justificar si no están en juego tus principios y tus derechos.

Opta en cambio por hablar serenamente, y expresar tu punto de vista con claridad, sin exaltación, sin ligerezas.

Preocúpate más de saber lo que es correcto y menos de quién tiene la razón. Concéntrate en entender las perspectivas y los intereses del otro y no en defender tus propias posiciones.

Si te encuentras en una situación que implique algún tipo de enfrentamiento con alguien, ya sea con algún familiar o con un extraño, antes de reaccionar pregúntate: "¿Está motivado lo que voy a decir por mi necesidad de tener razón?". Luego escoge una respuesta que surja de la bondad, independientemente de las objeciones de tu ego.

La integridad en nuestras relaciones con los demás puede llegar a generar francas experiencias de confrontación. La confrontación exige un considerable coraje. Muchas personas preferirían seguir la vía de la menor resistencia, desmereciendo o criticando, traicionando confidencias, o participando en el chismorreo sobre otros a espaldas de ellos. Pero a largo plazo, la gente confiará en nosotros si somos veraces, abiertos y amables.

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